Fotografía de Murrieta |
Sin embargo, lo único que salta a la vista, es que mientras todavía en los autores que he mencionado y en muchos otros, la huella de la tradición es cercana y tangible, en las últimas promociones, las influencias parecen venir de la nueva dramaturgia alemana, Koltés, Harold Pinter y el "bacilo griego" trabajado como en una especie de vacío, pero sobre todo, de los más cercanos maestros que han sido sus profesores en el ISA como Nara Mansur. Desde luego los distingue que mientras Piñera esperó años para que Morín se atreviera con su Electra - que todos en ADAD y hasta Schajowicz rechazaron- los nuevos leen y /o representan en el Royal Court de Londres, La Habana, Miami o Quintana Roo en una ampliación del circuito habitual en el que han funcionado las obras cubanas que parecen dirigirse a un espectador ¿global?. Una de las obras que me ha sugerido esta "nota" (que no una reflexión) es Una obra inconclusa de Rogelio Orizondo, que puede leerse en este link. También en la entrevista se observa cómo se ha acortado el espacio entre la creación y su difusión-aceptación y ¿éxito?
Entrevista en la Jiribilla por Las vacas, premio David.
Puesta en escena de un autor de veinticinco años y un director de treinticinco, la imagen de la fotografía de Murrieta con su agresividad, mal gusto e iconografía revolucionaria se parece más a la visualidad de los Aldeanos en sus conciertos que a las tradicionales del teatro cubano hasta los noventa.
Fenómenos como el que intento describir van más allá del lenguaje excrementicio, el regodeo en la inmundicia y la libertad sexual para hablar de la sociedad en su conjunto. Por eso discrepo de los colegas que piensan basta leer los textos. Dentro de muchos años no sabremos cómo y por qué se produjeron estas obras y sobre todo, cómo interactuaron con su público, si no las vivimos, allí, en la primera persona que es la razón de ser de la crítica.
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