Locación del Escambray. Daniel Mena, José Ramón Marcos, Sergio González y el público del Escambray. Detrás, Gilda Hernández. Foto de la autora. |
"Con El juicio el público es llevado a la asamblea del pueblo para que enjuicie al culpable y lo condene de acuerdo con las pruebas amañadas por Corrieri en persona. Basada en el principio del “diferente” (la exclusión de la norma) la crueldad por alienación es el principio normativo de la tortura y el castigo, “con el propósito de suprimir la conciencia moral” (Battegay) contra aquellos que violan las regulaciones".No voy a extenderme más, tampoco utilizar el post para citarme. Podrá discutirse el contexto histórico vivido en una zona marcada por un enfrentamiento violento, pero para algunos de los que fuimos sus espectadores, era reflexión colectiva, diálogo y no castigo. A nadie le apuntaron lo que tenía que decir, ni cómo levantar la mano. No era una obra amañada, aunque en cierta medida todo teatro es juego "amañado", previsto y organizado. Como Ramona, de Roberto Orihuela, después, al integrar a una mujer campesina a quien por adúltera se negaba el ingreso en el partido comunista, aunque hoy parezca obsoleto, el teatro se sumaba a un debate "moral" en una zona entonces apartada y sin acceso al teatro.
Entre otras referencias incorrectas, se incluye a Reinaldo Miravalles entre los miembros de esas agrupaciones, sólo porque como Cheito León de El hombre de Maisinicú, se robó la película con su interpretación y su malicia de gran actor. Y por supuesto, para ponerle la tapa al pomo, la frase es de Matías, no sé cómo se relaciona el «carimático militante, machista y mujeriego» director (Sergio Corrieri) con un juicio estético, en el marco (frase muy apropiada y de la época) de un debate académico, sobre todo cuando el autor aboga por revalorizar el pasado y "abandonar la sospecha permanente".
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