Ediciones de la Flecha ha publicado dos libros más cerca el uno del otro de lo recomendable, que ha impedido a su autora enviarlos a quienes corresponde, bibliotecas, amigos y colaboradores. Se juntaron porque, como los otros, se han gestado en un lento proceso de más de veinte años donde si uno busca, encuentra y si relee, reescribe y aporta consideraciones y versiones, a tono con esa frase de Abelardo Estorino que me gusta recordar: "creo en lo que está vivo y cambia".
El primero, Condumio, muerte y delirio en el teatro cubano intenta releer el teatro cubano no a partir de la familia como ha sido tradicional, sino de la comida, la muerte y el delirio, una zona de incertidumbre manifestada, sobre todo, a partir de los 90 y lo que va del siglo XXI, la que conozco menos, por lo tanto, es un acercamiento provisional. Insisto en la historia del teatro porque ella explica que reaparezcan temas, como según tengo entendido, la libreta de abastecimiento en el último espectáculo del Ciervo Encantado, enraízados más de lo que puede suponerse en la tradición de la llamada erótica culinaria del bufo (Matías Montes Huidobro), vista como carencia y angustia. Está mejor expresado en esta síntesis, escrita para un fallido concurso.
Condumio, muerte y delirio en el teatro cubano propone una mirada otra al recorrido del teatro cubano para llenar los vacíos de la visión prevaleciente, que considera la unidad de la familia como el hilo conductor de su trayectoria. En su lugar, desde los sainetes de Covarrubias –fundador del teatro nacional– a Creto Gangá, José Agustín Millán y el repertorio bufo, la erótica culinaria y la muerte se dan la mano en los principales títulos. Aparece el asesinato político, el suicidio, la influencia de las religiones populares con sus ritos y diálogos con el más allá, los espíritus o los dioses. Desde los jocosos velorios del costumbrismo, el muerto fingido, el muerto vivo, el muerto-fantasma que baila y se emborracha dentro del ataúd, hasta las piezas sobre el odio entre hermanos, la muerte accidental y el asesinato político. A partir de 1959 la familia no se une sino se despedaza desde el interior de sus cimientos y la muerte se consagra como tema, dictada por designio ajeno o encontrada en el mar por los emigrantes. Desde fines del siglo XX, la angustia por la recrudecida crisis económica y la incertidumbre sobre el futuro, provoca una vuelta al alimento como necesidad mientras el teatro se abre a variantes performáticas, autorreferenciales y desgarradas junto al cultivo de la introspección y la parodia.
Xiomara Palacio, princesa de los títeres, con Déxter Cápiro. Fiesta infantil de Sofía.
De camino para una representación, de izquierda a derecha, detrás, Miriam Sánchez, César Bernardo, Roberto Fernández, Angel Rodríguez, Argelio Sosa, Reina Diago y Rosa Ileana Boudet.
No comments :
Post a Comment