
Colaborador de Lunes de Revolución, empezó en sus páginas su acercamiento a uno de sus estudios más logrados, José Antonio Ramos, del que publica conjuntamente con su esposa Yara, su Diario de amor. Antes destaca la labor de ambos en la editorial Persona –mientras ejercían como profesores en la Universidad de Hawai– y su muy citado ensayo "Teoría y práctica del catedratismo". Y desde luego, su extensa obra teatral de la que La flecha ha ofrecido pálidas reseñas.
Estoy en deuda con los libros de Matías, fuente indispensable para estudiar a Cuba, testimoniante agudo y protagonista, desdoblado en uno y otro para apresar con rigor el estatuto de los textos y su intrínseca complejidad. Muy joven integró la generación de los cincuenta, compañero del Instituto de Rine Leal, Cabrera Infante y Julia Astoviza, aunque tenía diecinueve años cuando gana en 1951 el premio Prometeo con Sobre las mismas rocas, montaje de Francisco Morín. No se parece a Bourbakis, Fermín Borges, González de Cascorro ni a nadie. Empieza un camino propio. Me gusta mucho "La sal de los muertos", que de haberse publicado y estrenado cuando se escribió, sería considerada precursora de la escena expresionista y ritual, cercenada en los setenta.
Con fraternales discrepancias y amistosos desencuentros, la obra de Montes Huidobro me acompaña y la leo con el entusiasmo de la primera vez. Cuando llegué a los Estados Unidos hace quince años, sin conocernos, sus ediciones llegaron de regalo. Las he leído y anotado con respeto, como los anuarios, revistas y proyectos de Matías y Yara. Si en 1992 Espinosa Domínguez y Pérez Coterillo abatieron su “embargo” con la antología de las dos orillas – con “Su cara mitad”– los lectores del siglo XXI encontrarán “Exilio” en Teatro de la Revolución (Tablas Alarcos, 2012) y se preguntarán sobre su ejemplar recorrido. El destino de su obra se parece a los versos de Salmo...
Somos tu paisaje
tu cielo
y tus palmas.
Al irnos nos volvemos tú.
Nadie te arranca.
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